miércoles, 11 de diciembre de 2013

Ellos


Ellos creen saberlo todo.
Se paran en el pedestal de sus conciencias enmohecidas
y se erigen en jueces de mi sexo.
Son títeres impotentes por sus miedos.
Pueden hablar del Cielo y del Infierno.
«Se una buena niña, no te pierdas.»
Me dan asco las manos de esta gente
inyectadas de orgasmos prematuros.
¿Cómo pueden juzgar lo que no sienten?
Los que opinan un día alguna cosa
y me han hecho odiar la cobardía
están llenos de flores de plástico
que se secan en libros pornográficos.
Me río de opiniones presurosas
y exploro uno a uno sus miedos, sus condenas,
la masturbación diaria ante el espejo.
¿Tal vez por mí?
Yo no les pertenezco.

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